Quien no ha “fantaseado” con la idea de dejarlo todo y lanzarnos hacia la nada? No lo hiciste? De verdad? Una crisis, ponéle el nombre que quieras, puede empujarte hacia aventuras como la de Forrest Gump. Hay muchas historias como ésta… Por ejemplo la del italiano que a finales de noviembre de 2020 discutió con su esposa y decidió salir a caminar, no a correr. El primer paso lo dio en Como, al norte de Italia y el último a 450 km de distancia, en Fano, frente a las costas del mar Adriático.
Se detuvo porque lo paró la policía a las 2 de la madrugada mientras caminaba al costado de una ruta. Los agentes vigilaban la zona para garantizar el cumplimiento del toque de queda impuesto por la pandemia de coronavirus y se lo llevaron a la comisaría.
Cuando cargaron el nombre en el sistema comprobaron que una semana antes la mujer había hecho una denuncia por su desaparición. Le preguntaron cómo había llegado desde Como hasta allí, y el Forrest italiano de 48 años, contó que habían peleado y salió a “caminar para despejar la mente”.
Estaba lúcido, bien orientado, declaró que no usó ningún medio de transporte. Que en esos días comió y bebió porque las personas que conoció en el camino lo ayudaron. Al día siguiente lo fue a buscar la esposa y tuvo que pagar una multa de 400 euros por violar el toque de queda. Lo último que le dijo a la policía fue que estaba cansado.
Cuando el barbudo y pelilargo Forrest Gump sorpresivamente dejó de correr sobre esa ruta en el desierto del oeste norteamericano, dijo lo mismo que el italiano: estoy cansado. Y como el italiano, regresó a su casa.
Podremos huir de la humillación, del acoso, del dolor, de todo eso que nos atormenta, pero llegará el día en que deberemos dejar de correr y enfrentar a nuestros demonios, ya sea por decisión propia o porque no nos queda otra. Me encantaría saber si “los tanos” lograron superar esa crisis. Tal vez se reconciliaron, o decidieron que lo mejor era seguir cada uno su propia carrera.
Hay películas que son hipnóticas. Para mí, Forrest Gump es una de ellas. Antes de que el zapping perdiera su reinado frente al caprichoso on demand, mientras paseaba aburrido entre los canales de televisión, al aparecer alguna escena de la película automáticamente me detenía. No importaba si era el momento en el que Tom Hanks comenzaba su relato en la parada de ese colectivo que nunca llegaba, durante la guerra de Vietnam, jugando al ping pong frente a los chinos, o bailando delante de Elvis Presley. La vi decenas de veces, y me sigue pasando lo mismo.
Forrest es un joven norteamericano que nació con un leve retraso mental en Alabama, y a través de su historia se narran los acontecimientos más importantes de los Estados Unidos entre las décadas del 50 y 80. La película ha dejado frases imborrables: “La vida es como una caja de bombones, nunca sabes lo que te va a tocar”. Y tal vez la expresión más popular de todas: “Corre Forrest, corre..”.
No la dice él, sino Jenny por quien Forrest sentía un amor incondicional desde su infancia. Porque la película Forrest Gump, es eso una historia de amor incondicional. Alentado por los gritos de la pequeña Jenny, de chico Forrest comienza a correr huyendo de la humillación de los bravucones de su edad, rompe los aparatos ortopédicos en sus piernas y siente el poder de la independencia. De adolescente los burlones continuaban acosándolo, y la bella Jenny lanzaba el conjuro “Corre Forrest, corre” y él terminaba siendo más rápido que la camioneta que lo perseguía. Hasta fue estrella en el equipo de fútbol americano para el que jugó. Siempre huía, sentía que se liberaba…
Siendo adulto, después de pasar una noche inolvidable con Jenny, descubre que lo abandonó. Esa mañana empezó a correr, quizás intentaba huir del dolor que le había generado su partida. Sin embargo mientras avanzaba a lo ancho del país, pensaba en ella.
Le preguntaban porqué corría, y respondía que no tenía motivos para hacerlo. Forrest, desde una inocencia conmovedora, se convirtió en fuente de inspiración para quienes lo rodeaban y empezaron a correr junto a él. Esa carrera hacia la nada, a la que tanto le tememos, era para muchos una búsqueda de sentido, que podía estar en el trayecto, o bien en una meta invisible que se alcanza después de sentir y pensar, sin importar la distancia recorrida.
Forrest Gump corrió durante tres años, dos meses, catorce días y 16 horas. Después de eso reflexionó: “Mamá siempre decía que tienes que dejar el pasado, antes de seguir adelante, creo que fue por eso que corrí tanto…”
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