Un nuevo polo juvenil que combina todas las opciones con un toque de barriada y tradiciónes porteñas. Almagro decidió su propio estilo y personalidad, como siempre lo fue, y no espejarse en ningún vecino en especial sino simplemente tomar algo de cada uno para convertirse quizás en el barrio que más fragmentó y por ende expandió su identidad durante esta década que –al igual que el propio Almagro, por caso– tampoco tiene en claro cuando empezó, y si es que ya terminó o aún no.
Con alma de barrio y alejado de la vorágine palermitana, mantiene su encanto, espíritu bohemio y cultural, mientras suma nuevas propuestas de bares y restaurantes.
Una amplia gama de locales gastronómicos y bares para comer y beber el nuevo circuito foodie y cultural
Resumen su esencia cosmopolita, desde las empanadas bañadas en aceite de Pin-Pun fundada hace 80 años por italianos o la cocina símil leña (en realidad es un horno de barro a gas) del correntino Ambrosio hasta Los Trujillanos que vinieron directo de Perú hasta el tramo almagrense de Corrientes.
Algo nuevo y algo viejo…De la mano de las nuevas edificaciones el barrio se puebla de propuestas interesantes como HB Gourmet, que abrió hace sólo tres semanas. Éste es su segundo local –el otro está en Caballito– y de la mano de su propietario Germán Lavabenz apunta a amantes de las burgers y de la cerveza artesanal. Bien espacioso, para ir en grupo a pasarla bien adentro o al aire libre. Los centros culturales, amos y señores del barrio, ven con alegría la llegada de nuevos espacios gastronómicos.
La zona se convierte en buen refugio para pasar el tiempo entre clases, obras de teatro y demás. Así lo disfrutan los habitués de Musetta (bar y galería de arte, en Billinghurst 894) y del espacio cultural La Huella, quienes a la salida de sus clases de teatro, cine, flamenco o artes marciales tienen lugares para ir por un café como El Banderín que data de 1929 y mantiene a su público en pie; o su vecino, Guarda La Vieja donde se puede picotear algo antes o después de asistir a alguna obra en los teatros vecinos: el Teatro Beckett (Guardia Vieja 3556) o El Camarín de las Musas (Mario Bravo 960). La Cantina Don Carlos bien sabe de tertulias y de visitas ilustres. En su puerta, leyendas como Tito Lectoure, Guy Williams, Lalo Schifrin o Martín Karadagian tienen su nombre inmortalizado como en el Paseo de las Estrellas hollywoodense, pero en Almagro.
El Banderín (adaptado a las nuevas necesidades de birras artesanales y pizarras de colores que agitan proclamas de deconstrucción de sexo y género) y 300 metros después Kentucky instala otra de sus quichicientas sucursales en el mismo lugar donde cantó por primera vez Gardel.
Un cable con luces de colores que se enciende por las noches, un arenero que invita a acomodarse en reposeras entre sombrillas y una barra de madera rústica con cocktails recrean el encanto de una playa tropical. Con una marcada impronta cultural, su patio alberga desde encuentros de juegos, poesía, fiestas temáticas o proyecciones de películas. Las arepas, tapeos gourmet y panes caseros convierten las noches de Kowalsky en una experiencia única en la ciudad. En Billinghurst 835, Almagro. Abierto de martes a domingos, a partir de las 19.
Pero también hay otro elemento insoslayable: la gentrificación. Según Mercado Libre Inmuebles, por ejemplo, Almagro fue el cuarto de los 48 barrios porteños con más visitas de viviendas para comprar o alquilar en noviembre de 2019 (¡casi 22 mil!), mientras que los nuevos lo suman forzosamente en sus estudios de mercado al “corredor norte” (toda la ribera desde Núñez hasta Madero) como sitios tentadores para nuevos negocios.
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