En un nuevo aniversario del Día de la Bandera, la Ciudad repasa la historia de uno de los talleres de mayor tradición en la confección de banderas nacionales en el país. En el espacio, un equipo de especialistas del área de Elaboración textil y ornamentaciones de la Dirección General de Competencias y Talleres de la Ciudad dan forma a los paños albicelestes que engalanan plazas, colegios y espacios e instituciones públicas de las comunas porteñas y otras zonas del país.
Fundado en 1946, el taller que hoy depende de la Secretaría de Atención Ciudadana y Gestión Comunal se sitúa en el barrio de Chacarita, sobre la calle Delgado al 690. En sus instalaciones, se producen cada día banderas que luego se izan en mástiles de espacios abiertos o forman parte de los armados de escenografías en eventos o actos ceremoniales de distintos rangos. También se producen los escudos de la Ciudad que identifican a las sedes del Gobierno porteño.
“Las banderas oficiales se realizan respetando la reglamentación estipulada por Ley, que determina los colores exactos, proporciones, tipos de tela y las características a tener en cuenta en el proceso de confección”, señala Julia Domeniconi, secretaria de Atención Ciudadana y Gestión Comunal de la Ciudad. “El mayor caudal de producción de banderas se genera para proveer a las comunas, para sus plazas, sedes comunales y otros espacios”, agrega.
La actividad diaria del taller comienza temprano. A las 8 horas, el equipo compuesto por una decena de especialistas en vexilología, diseñadores gráficos, artistas, costureras, carpinteros y herreros, junto al personal administrativo, organiza las tareas de la jornada.
En el espacio se elaboran mayoritariamente banderas de Argentina y de la Ciudad de Buenos Aires, aunque también se da respuesta a pedidos para actos de ceremonial y protocolo produciendo, por ejemplo, las insignias de otras provincias o países ante la visita de autoridades extranjeras. Otros encargos plantean desafíos. El taller elabora estandartes de pueblos originarios como la whipala o la bandera del pueblo diaguita, y curiosidades como la bandera de la Libertad Civil o la de la paz.
El taller se compone de distintas estancias destinadas al diseño, costura, pintado e impresión de los estandartes. En una mañana de viernes previa al próximo 20 de junio, varios diseñadores y administrativos realizan sus tareas frente a los equipos informáticos donde conservan un archivo digitalizado con los patrones reglamentarios de todas las banderas del mundo, mientras la tinta imprime en una sala contigua el sol de la bandera argentina en amarillo y terracota.
“Por Ley, el sol tiene un diseño que nosotros cumplimos y que algunas banderas producidas en otros talleres no respetan. El sol debe ser proporcional en base al tamaño de la bandera y los rayos deben ser 32, con una característica: 16 deben ser rectos y 16 en el sentido de las agujas del reloj, intercalados entre sí uno y otro”, explica Luis Corradi, integrante del equipo. “El rostro que lleva el sol fue sacado de la primera moneda nacional, de 1816, y no hace mucho se modificó. Si bien persiste la figuración humana, se fueron las arrugas que tenía y cierta comisura, lo cual está justificado en la amplitud de diseños que se veían en la bandera. Además, la figuración era de un tono castaño, y tanto detalle a grandes alturas se apreciaba como una mancha, pero ahora el diseño quedó muy limpio”, agrega.
La sala de costura es un territorio prolijamente organizado y poblado de telas, máquinas de coser y de bordado y mesas de corte donde se da comienzo al proceso de elaboración del símbolo patrio creado por Manuel Belgrano. Alicia Casimiro encabeza esta sección del taller junto a otras dos costureras, Liliana y Delia. Allí se corta, con tijera o a máquina, las tres fajas (celeste, blanca y celeste) que darán cuerpo al estandarte. La franja blanca pasa luego a las dependencias de impresión -por técnica de sublimación- o pintado del sol, que en algunas versiones va bordado -como en las banderas de ceremonial- o pintado a mano.
El artista visual Beto Ayala es el encargado de retratar el sol en los ejemplares de gran tamaño. Lo hace de memoria, cuentan sus compañeros, y a mano alzada, valiéndose de un proyector que traslada la figura a la tela. Lo mismo ocurre cuando pinta el escudo de la bandera de la Ciudad, de fondo blanco, con la figura de un águila con aguiluchos y una cruz. Tras el secado de la pintura, el siguiente paso continúa nuevamente en la sala de costura. Con la terminación en overlock se unirán las fajas, se harán dobladillos, refuerzos y márgenes para la colocación de las sogas de izado en las banderas de exteriores. Una vez planchada y doblada, la bandera argentina sale del taller rumbo a sus múltiples destinos. El personal de carpintería y herrería da forma a los astas, moharras y bases de madera o metal -algunas de ellas con iluminación, como las situadas en la sede del Gobierno porteño en Uspallata- que completan la estructura donde se colocan las telas.
De modelos de escritorio a la bandera de Plaza de Mayo
La Ley indica que la bandera argentina deberá ser proporcional en sus medidas respecto al mástil donde se ubique. Las hay de flameo o para su exhibición fija en despachos, oficinas y otras dependencias. Las primeras deberán confeccionarse en poliamida, una tela liviana para que pueda flamear, o, en su versión estática, de gross de seda o tropical mecánico.
Los tamaños de las banderas abarcan desde los modelos de escritorio, de 24 por 15 centímetros, pasando por los de jardín, de 70 por 45, a monumentales ejemplares de hasta 18 por 12 metros. “Debe cumplir con las proporciones exactas de tamaño de las franjas, distancia entre éstas y el sol, y sintonía con el asta. Los colores deben ser Pantone y todo debe respetarse: la costura, el tipo de tela. Si algo no cumple con eso, no es la bandera nacional”, advierte Daniel Silva, especialista en vexilología y atento a los detalles.
El taller se encarga de realizar envíos para reemplazar periódicamente o reparar, de ser necesario, la gran bandera de Plaza de Mayo. “A veces, cuando se rompe, la traen acá. Es de 15 por 10 metros, la más grande de las plazas”, comenta Alicia Casimiro.
“Las banderas en general se renuevan cuando se deterioran, algunas tardan cinco años y otras menos de un mes, depende de dónde estén ubicadas. No es lo mismo Buenos Aires que Catamarca, acá con el viento dura una semana, se rompe, se desgasta. Cada 20 o 25 días es recomendable cambiarlas”, concreta Corradi.
La producción del taller, que también realiza los escudos de la Ciudad, se cifra en unas cien banderas mensuales, aunque el número a veces es mayor. Jesica Dzembowski, responsable de elaboración textil y ornamentaciones, explica que gran parte de la demanda responde a las comunas, que están “atentas y, cuando es necesario, piden banderas para reponer”.
Junto a las que se colocan en plazas, edificios públicos, colegios, eventos, despachos de autoridades o en vehículos de las fuerzas de seguridad en acontecimientos especiales, el taller también pone a disposición su trabajo cuando el país recibe visitas diplomáticas o es sede de actos institucionales de gran alcance.
“Cada edificio o entidad pública tiene la obligación de exhibir la bandera nacional y la de la Ciudad y en perfecto estado”, remarca Daniel Silva. El equipo también provee las banderas del Obelisco. “Se ubican una a cada lado, protocolarmente mirando a Casa Rosada, la de Argentina y la del Gobierno de la Ciudad. Miden 4,50 por 2,70 metros, acorde a los mástiles”, señala Corradi.
De Gales a la insignia diaguita
El personal que trabaja en el taller debate con interés y pasión acerca de cada nuevo desafío presente a la hora de dar cuerpo a una bandera con motivo de algún acto o visita al país que requiera de su incorporación a la escenografía protocolar u acontecimientos que así lo demanden.
Ninguno de ellos olvida, entre otras anécdotas, las dificultades con las que lidiaron cuando tuvieron que llevar a la tela el diseño de la bandera de Gales. “Tiene un dragón en el bordado y es una figura muy compleja”, cuenta el diseñador gráfico Ezequiel Vizcaino.
“Algunas tienen detalles puntuales a estudiar que hablan mucho de cada bandera, como la del Líbano, que lleva un árbol y una de sus raíces debe tocar una de las franjas; si no lo toca, da otro mensaje”, explica Corradi. Y Silva expone otro ejemplo: “La de Brasil tiene 27 estrellas y cada una debe estar en su constelación, además de reflejarse el color del cielo a una hora concreta del día, lo cual hay que replicar exacto porque sino resultaría ofensivo, como si presentan nuestra bandera con el sol con ojos más chiquitos”.
Alicia Casimiro, descendiente diaguita, comparte que fue para ella una “gran emoción” el momento en que el taller realizó una de las primeras banderas que comienzan a circular sobre esta región del Norte. “Es mi bandera y es un orgullo, me mostraron la foto de la bandera flameando y fue emocionante”, relata en relación al paño rojo “sanguíneo” que lleva “una figura humana en el centro en conjunción con elementos de la naturaleza (una rana, un ñandú, un águila y un animal ficticio) y de la cultura de la nación diaguita”, agrega Daniel Silva.
“Hicimos banderas históricas, como la de la Libertad civil, que donó Belgrano en 1813 en honor al éxodo jujeño y que lleva el escudo de la asamblea de ese año junto a aditamentos que le pone. Como él apreciaba mucho a los pueblos originarios, agregó al gorro frigio algunos símbolos de su cultura”, apunta Silva.
Sus compañeros cuentan que a veces el objetivo es recrear banderas poco conocidas dentro del imaginario popular, como la de la paz, un paño blanco con un círculo que contiene en su interior a otros tres círculos completos. “Ahora se está creando la bandera del mundo, que aún no está homologada”, adelanta Corradi. “Las banderas tienen que tener consenso, por uso y costumbre”, valora Silva.
La bandera argentina es, sin embargo, para el equipo que a diario se entrega a la tarea de confeccionarla, sobre la que se habla en el taller con mayor entusiasmo. “Muchas de las personas que trabajamos acá nos mimetizamos con el tema patrio, los colores, y no solo sentimos el orgullo de haberla hecho, sino de conocer los detalles”, señala Corradi.
Si bien el paño original creado por Manuel Belgrano no se conservó, en instituciones como el Museo Histórico Nacional se preservan algunos de los primeros ejemplares albicelestes. Sobre el diseño inicial, el equipo menciona: “La bandera era primero blanca en la parte superior y celeste en la inferior, sin el sol; Belgrano dejó escrito que no teniendo bandera la manda a hacer en base a la escarapela, que nació unos días antes de la Revolución de 1810, y, por un cuadro que él se hizo pintar en una misión diplomática en Inglaterra, de cuerpo entero con un fondo ficticio, se ve una escena de la Batalla de Tucumán y un soldado con esa bandera, por lo que se cree que Belgrano expuso al pintor cómo era nuestra primera bandera”.
“Llevamos a cabo la función de dirigir la elaboración e intervenir en la provisión de banderas y escudos de la República Argentina y de la Ciudad, de otros países, provincias o pueblos, y cualquier otro símbolo patrio o emblema para actividades protocolares y ornamentaciones”, añade Luciano Martínez, director general de Competencias Comunales y Talleres.
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