Hay veces que nos cuesta comprender algunas noticias que suceden entres nosotros. Nos suceden, nos causan dolor, son noticias que frenan sucesos de toda esa gran transformación necesaria de la cual venimos hablando.
Esta semana se produjo la liberación de 150 personas que eran explotadas por una empresa que produce frutos cerca de la ciudad de Tandil. Una especie de esclavitud. Esas personas estaban en situación de vulnerabilidad y trabajaban en campos de la zona con jornadas laborales de hasta 16 horas y sueldos que estaban por debajo de lo que el estado garantiza a los trabajadores, y por supuesto la mayoría en negro.
Las condiciones en las que vivía eran casi inhumanas, casi sin casas. A modo de tapera, se cubrían con algunas lonas y plásticos que juntaban por ahí…y a trabajar en la recolección de frutillas. Esas que aparecen en esta época y se ven tan hermosas y apetitosas.
Lucía Gorricho es docente y le tocó evaluar a una alumna de esta comunidad y a la hora del examen, la niña se acercó diciéndole que no sabía nasa, entonces Lucía le pidió que hiciera una composición sobre las frutillas.
Aquí comienza esta historia que dio origen al libro escrito por Lucía Gorricho y que se llama “Frutillas”. Y que ahora la justicia termina con la acción y la intervención de la comunidad para la liberación de estas personas esclavizadas.
En la zona de las sierras, muy cerca de la ciudad de Mar del Plata, donde los campos y las tierras están llenas de los cultivos de temporada están los trabajadores de la tierra.
Es una situación de semi esclavitud la que viven estos trabajadores golondrinas. La gente llega con la promesa de un sueldo y un jornada laboral norma y cuando llegan al lugar se sienten engañados, porque las condiciones no eran las que se habían pactado, las viviendas no son las mejores, por eso llaman a ese lugar “El campamento” y además las personas una vez que llegaron no pueden irse por la situación de necesidad y el estado de vulnerabilidad.
Por eso se dice que es “trata blanda de personas”, porque a diferencia de la trata por explotación sexual, por ejemplo, donde las mujeres están atadas o encerradas, en este caso las puertas están abiertas pero la gente no tiene a donde ir porque no tienen documentos ni recursos.
Son 150 personas adultas que se pudo comprobar, no se sabe a ciencia cierta cómo va a impactar este fallo. Por ahora la mayoría de la gente sigue trabajando, no porque sea el trabajo ideal, sino porque es el único que tienen y a pesar de todo lo necesitan para subsistir.
En este caso la causa ya existía, la Alameda había presentado la denuncia por explotación laboral y había quedado cajoneada y volvió a resurgir por la viralización de lo ocurrido con esta niña y la posterior denuncia.
“Frutillas” es un trabajo enorme y comunitario que retrata lo que ahora la justicia pone en evidencia ante todos.
“…Ya que la frutilla es una empresa, a nosotros nos dan techo, agua potable, luz, meno gas. Pero claro a veces nos quitan un poco de plata para ayudar en las pagas. Para que los padres se vayan tranquilos a trabajar hay una guardería que los cuidan. Ahí les dan desayunos, comida y meriendas y hay reuniones para levantar la basura. Porque además de levantar la basura de su casa, tienen que levantar la basura del patio o del suelo del baño y si no están presentes tienen que pagar $5 por cada día que falten…”
Gabriela es una niña de 14 años, boliviana que trabaja en el campo desde los 5 años recolectando frutillas y a la hora de su relato hizo una catarsis describiendo acerca de su lugar de nacimiento, de las recetas que le había enseñado su abuela, y fue ahí donde se dio cuenta que sabía leer.
Estos niños necesitan ser escuchados, contenidos, comprendidos y ayudados. Es necesario adaptar el sistema educativo a estas situaciones que lo requieren y tratar de transmitir los conocimientos académicos de una manera más amable, más humana y más empática.
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