Esperanto es un idioma universal que fracasó en su intento de ser hablado en todo el mundo. Si bien muchos lo practican, el sueño de alcanzar un sistema de comunicación único se transformó en una nueva versión de la torre de Babel, quedándose a poquito de empezar a elevarse para llegar bien alto.

En el Génesis, según la Biblia, los descendientes de Noé que habían sobrevivido al diluvio y habitaban la antigua Babilonia, decidieron construir una torre para llegar al cielo. A Dios no le gustó nada, los castigó haciéndoles hablar distintas lenguas, y no hubo torre. Hasta acá la historia la conocemos todos, no?

Cuentan que Nemrod, bisnieto de Noé, era un tipo violento que se autoproclamó rey. Parece que se habría quedado bastante caliente con el castigo del diluvio y decidió vengarse de Dios. Ordenó que se construya una torre para llegar al cielo y así poder matarlo. Esta versión es atractiva, teniendo en cuenta que Nemrod significa rebelarse. También dicen que el fin práctico de la torre era estar a salvo ante un nuevo castigo divino mojado, aunque se supone que Dios les había prometido que no abriría otra vez la ducha escondida en las nubes para ahogar a los pecadores.

En fin, cuando Yahveh se dio cuenta de lo que estaban haciendo, lo tomó como un acto de soberbia y se enojó. Entonces confundió a los constructores de la torre, quienes empezaron a hablar diferentes lenguas, y como no se entendían, abandonaron el trabajo y se dispersaron hacia regiones mas lejanas. Así habrían surgido los demás idiomas, y los seres humanos poblaron los rincones desconocidos de la Tierra.

Babel, es una definición derivada del verbo hebreo “baibál”, que quiere decir confundir. Y la confusión fue el método que utilizó Yahveh, para terminar con los planes del rey Nemrod, que mantenía a su pueblo unido bajo la misma lengua en una misma ciudad. De haber sido un líder inglés del siglo 21, Nemrod estaría muy orgullo de esgrimir su idioma como una espada selectiva, que corta con su filo a los ciudadanos del mundo que no lo hablan. Porque quienes nos sentimos un tanto frustrados por no hablar mucho, poquito o nada el idioma inglés, considerado lengua universal al menos en occidente, nos hemos peguntado por qué no existe un idioma común que nos transforme en eso que llaman ciudadanos del mundo. La esperanza de sentirse parte de un todo, que no se identifica con nada. 

Esperanza, esperar, Esperanto… Así se conoce al idioma planificado de uso internacional, creado por Luis Zamenhof, un médico y filósofo polaco que diseñó a finales del siglo 19, una ciudadanía del lenguaje universal. Una que respetaba a todas las demás lenguas, presentándose como alternativa amigable, básica y sencilla para que nadie se sintiese mejor que otro. Ésta vez no fue el poder de un Dios crupier de idiomas el que terminó con la unidad de la parla, sino el desinterés de hombres y mujeres desmemoriados, cómodos en sus diferencias.

Esperanto se traduce como “el que tiene esperanza”, y la esperanza, en palabras del psicólogo y escritor Gabriel Rolón, te detiene, te deja a la espera, es enemiga del deseo que moviliza. En el mundo no hubo consenso, no lo escucharon. Tal vez haya sido el inconsciente del Esperanto, el que lo dejó mudo.